jueves, 5 de noviembre de 2009

El Arte de la Cerámica - Raúl Zurita

SUEÑOS QUE SUEÑA LA TIERRA

Porque así como días tras día el sol es joven y es viejo,
así mi amor seguirá diciendo siempre lo que ya ha sido dicho.
Shakespeare, Soneto 76

“La cerámica es probablemente el único arte humano que le da forma a los sueños que sueña la tierra. También dije que el ceramista expresa algo sensible que está y no está en él, como si sobre todo él fuese el punto de encuentro de dos emociones: la del que mira, modela las piezas, hurga, y aquella de una historia inmemorial que lo sobrepasa infinitamente y que no es otra que el deseo del mundo, de su materia, de que escuchemos el latido de su corazón mudo y sin palabras.

El artista de la cerámica es en realidad un ser modelado por las emociones de esa tierra, como si estuviera allí para recoger los infinitos matices de una desnudez que excede al pensamiento, que es anterior a la mirada, y que está anclado en el centro del cosmos expresándonos algo que es más hondo que toda religión y que todo arte: estamos vivos, somos quizás la última creación de la tierra, su último sueño, como lo refiere una de las grandes metáforas que a través del Génesis bíblico nos ha legado la poesía: fuimos forjados con ese barro, fuimos hechos a partir de él, habitamos el mundo porque la tierra modelándonos nos dio la oportunidad de una existencia posiblemente deslumbrante, pero con certeza desgarrada.

La cerámica será siempre una imagen del diálogo de lo inmemorial de la muerte con la opción permanentemente renovada de la vida y, en ese sentido, su ejercicio es más hondo e insondable que lo que pueden exhibirnos los otros géneros canonizados (y hoy privilegiados) de las artes visuales. Entonces, modelar las piezas, darles sus colores, someterlas al fundido del horno, viene a mostrarnos el rito de una sacralidad que se hunde en el tiempo y que hoy añoramos porque estaba enraizada profundamente en las cosas, en cada brizna de pasto, en cada molécula de arcilla, y donde los objetos eran construidos porque en ellos también se hacía presente la totalidad del universo.

Las manos modelando el barro desde hace miles y miles de años representaban y continúan representando hoy las formas del sueño sin formas de la tierra. Esa tierra nos creó, emergimos de ella, es ella también la que al hacérsenos presente en cada una de estas obras nos vuelve a señalar que morir es igualmente un privilegio porque sin muerte era imposible que escudriñáramos la vida.

El artista de la cerámica experimenta hoy esa paradoja exactamente como la experimentó el primer hombre al modelar el primer objeto. No es extraño, entonces, que los diversos debates y posturas estéticas, filosóficas, religiosas, que cruzan nuestro tiempo y la modernidad en general, se hagan presente de un modo más puro aún en la cerámica contemporánea: desde las corrientes inspiradas por el zen o por el arte micénico, hasta las estéticas más desasosegadas y dramáticas provenientes de las antiguas culturas precolombinas, por ejemplo, o del expresionismo. Es la simultaneidad de los infinitos gestos.

El artista de hoy, al crear a través de esta disciplina, es también el mismo hombre que se alzó, casi como si fuera un sueño, de la tierra y necesitó modelar un cántaro, una vasija, un adorno, porque en ese gesto ya estaba contenido el asombro de su tránsito y de su existencia, es decir, el asombro de nuestro tránsito y de nuestra existencia. Es, imagino, en parte eso. El ceramista contemporáneo es el creador al mismo tiempo que es el objeto creado, al plasmar sus emociones es plasmado, vale decir, es atravesado, es arrasado por la emoción de un mundo y de un cosmos que en alguna parte de él requirió también de lo minúsculo de nuestras miradas, de nuestras fantasías y temores, para que fuésemos testigo de todo lo que ignoramos. En los sueños de la tierra están las improntas de algo que no accede a las palabras y que seguramente tendría la forma de un corazón transparente que late. Es el barro siempre, es el fuego, es el amor que se plasma una y otra vez sobre el mismo cuerpo.”

Raúl Zurita
Poeta chileno
Premio Nacional de Literatura

1 comentario:

Adrian Dorado dijo...

Formidable texto, Haydee, así como plenas de sugerencias tus esculturas, la energía que brota de esas formas. Un placer venir por aquí a saludarte, verte y gozar con los encuentros y descubrimientos. Saber que somos muchos los que transitamos por una misma e inconmensurable senda: el lado albo de la vida.
Abrazos